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El poder sanador del perdón

24.12.2010 00:25

Presidente James E. Faust

Segundo Consejero de la Primera Presidencia

Mis queridos hermanos, hermanas y amigos, vengo ante ustedes con humildad y en oración. Deseo hablar en cuanto al poder sanador del perdón.

En los bellos collados del estado de Pensilvania, un grupo de cristianos devotos lleva una vida sencilla sin el uso de automóviles ni electricidad ni maquinaria moderna. Trabajan arduamente, llevan una vida tranquila y en paz separados del mundo. La mayoría de sus alimentos proviene de sus propias granjas; las mujeres cosen, tejen y confeccionan su propia ropa, la cual es modesta y sencilla. A ellos se les conoce como el pueblo Amish.

Un conductor de un camión de leche, quien tenía treinta y dos años, vivía con su familia en la comunidad de Nickel Mines. Él no era Amish, pero su ruta de trabajo lo llevaba por las diversas granjas lecheras Amish donde se le llegó a conocer como el lechero tranquilo. En octubre del año pasado perdió repentinamente toda la razón y el control. En su mente atormentada culpaba a Dios por la muerte de su primogénito y por otros recuerdos sin fundamento. Sin provocación alguna entró violentamente en una escuela Amish donde dejó ir a los niños y a los adultos, pero ató a diez niñas. A ellas les disparó; mató a cinco e hirió a cinco; después de hacerlo, se quitó la vida.

Esa horrorosa violencia causó gran angustia, pero no ira, entre los Amish. Había dolor, pero no odio; el perdón de ellos fue inmediato.

En forma colectiva, procuraron tender una mano de ayuda a la familia afligida del lechero. Mientrasla familia de éste se reunía en su hogar después del atentado, un vecino Amish se acercó hasta allí y estrechó entre sus brazos al padre del responsable fallecido y le dijo: “Los perdonaremos”. Los líderes Amish visitaron a la esposa y a los hijos del lechero para dar su pésame, su perdón y ofrecerles ayuda y brindarles su amor. Aproximadamente la mitad del cortejo fúnebre era Amish; a la vez, los Amish invitaron a la familia del lechero a asistir al funeral de las niñas asesinadas. Una paz notable se estableció entre los Amish a medida que su fe los sostenía durante esta crisis.

Un residente local resumió con mucha elocuencia el período subsiguiente a esta tragedia cuando dijo: “Todos hablábamos el mismo lenguaje, y no sólo el inglés, sino el lenguaje de la comprensión, de la comunidad y del servicio; y, sí, el lenguaje del perdón”. Fue una increíble efusión de su fe absoluta en las enseñanzas del Señor en el Sermón del Monte: “Haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan”.

La familia del lechero que mató a las cinco niñas hizo pública la siguiente declaración:

“A nuestros amigos y vecinos Amish, y a la comunidad local:

“Nuestra familia desea que cada uno de ustedes sepa que nos conmueve el perdón, la gracia y la misericordia que nos han brindado. Su amor por nuestra familia ha ayudado a proveer el consuelo que urgentemente necesitábamos. Las oraciones, las flores, las tarjetas y los regalos que nos han dado nos conmueven el corazón de tal manera que no lo podemos describir con palabras. Su compasión se ha extendido más allá de nuestra familia, más allá de la comunidad; está cambiando a nuestro mundo y por esto les agradecemos sinceramente.

“Deseamos que sepan que todo lo que ha ocurrido ha destrozado nuestro corazón. Nos encontramos llenos de pesar por todos nuestros vecinos Amish que hemos amado y seguiremos amando. Sabemos que a todas la familias que han perdido a seres queridos les esperan muchos días difíciles, y por eso continuaremos poniendo nuestra esperanza y confianza en el Dios de todo consuelo, al procurar todos reconstruir nuestra vida”.

¿Por qué todo el pueblo Amish pudo manifestar dicha expresión de perdón? Fue gracias a la fe en Dios y la confianza en Sus palabras, que forman parte de su ser. Ellos se ven a sí mismos como discípulos de Cristo y desean seguir Su ejemplo.

Al saber de tal tragedia, mucha gente envió dinero a los Amish para pagar la asistencia médica de las cinco niñas sobrevivientes y para cubrir el costo del funeral de las cinco asesinadas. Como una muestra adicional de su discipulado, los Amish decidieron compartir parte del dinero con la viuda del lechero y con sus tres hijos, ya que ellos también eran víctimas de esta terrible tragedia.

El perdón no es siempre instantáneo tal como lo fue con los Amish. Cuando se ha abusado sexualmente de niños inocentes o cuando los han matado, la mayoría de nosotros no piensa primero en el perdón. Nuestra reacción natural es el enojo; incluso quizá nos sintamos justificados al desear “desquitarnos” con quienquiera que inflija daño a nosotros o a nuestra familia.

El doctor Sidney Simon, una destacada autoridad en el campo de reconocimiento de valores morales, ha dado una definición excelente del perdón que se aplica a las relaciones humanas:

“El perdón es liberar la energía que antes se consumía en tener rencores, guardar resentimientos y avivar heridas que no han sanado, y luego darle un mejor uso. Es descubrir una vez más la fortaleza que siempre tuvimos y usar nuestra capacidad ilimitada para comprender y aceptar a otras personas y a nosotros mismos”.

La mayoría de nosotros necesita tiempo para curar las heridas del dolor y de la pérdida. Podemos encontrar todo tipo de excusas para posponer el perdón, una de las cuales es esperar a que el malhechor se arrepienta antes de perdonarlo; pero tal demora causa que perdamos la paz y felicidad que podrían ser nuestras. La insensatez de continuamente pensar en las heridas del pasado no trae felicidad.

Algunos guardan rencores durante toda una vida, sin saber que el perdonar valientemente a los que nos han hecho mal es saludable y terapéutico.

El perdón llega con mayor facilidad cuando, al igual que los Amish, tenemos fe en Dios y confiamos en Su palabra. Este tipo de fe “permite que la gente resista lo peor de la humanidad y que piense en los demás; y lo que es más importante, le permite perdonar”.

Todos nosotros sufrimos algunas heridas a raíz de experiencias que parecen no tener razón ni causa, y no logramos entenderlas ni encontrarles explicación. Quizá nunca lleguemos a saber por qué suceden algunas cosas en esta vida. La razón de parte de nuestro sufrimiento la conoce sólo el Señor, pero, ya que ocurre, se debe soportar. El presidente Howard W. Hunter dijo: “Dios sabe lo que nosotros no sabemos y ve lo que nosotros no vemos”.

El presidente Brigham Young presentó esta profunda visión de que por lo menos parte de nuestro sufrimiento tiene un propósito: “Cada calamidad que pueda padecer todo ser mortal será requerida de unos pocos a fin de prepararlos para que disfruten de la presencia del Señor… Todo problema y experiencia por los cuales ustedes hayan tenido que pasar son necesarios para su salvación”.

Si somos capaces de perdonar a aquellos que nos han causado dolor y daño, nos elevaremos a un nivel mayor de autoestima y de bienestar. Algunas investigaciones recientes muestran que la gente a la que se le ha enseñado a perdonar “no se enoja tan fácilmente, tiene mayor esperanza, sufre menos depresión, se preocupa menos y tiene menos estrés”, lo cual conduce a un mayor bienestar físico. Otra de estas investigaciones concluye que “el perdón… es un don liberador que la gente se puede dar a sí misma”.

En nuestra época, el Señor nos ha amonestado: “Debéis perdonaros los unos a los otros”, y después lo convierte en algo esencial cuando dice: “Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”.

Una hermana que había pasado por un doloroso divorcio recibió un sabio consejo de su obispo: “Haga un lugar en su corazón para el perdón, y cuando éste llegue, déle la bienvenida”. Para los Amish, ya estaba allí, porque que “el perdón es un componente de [su] religión que sienten profundamente”. Su ejemplo de perdón es una expresión sublime del amor cristiano.

Aquí, en Salt Lake City, en 1985, el obispo Steven Christensen, sin tener culpa alguna, fue asesinado, cruelmente y sin sentido, con una bomba cuyo fin era quitarle la vida. Él era el hijo de Mac y Joan Christensen, el esposo de Terri, y el padre de cuatro hijos. Con el consentimiento de sus padres, comparto con ustedes lo que ellos aprendieron de esta experiencia. Después de este terrible hecho, los reporteros de los medios de comunicación siguieron sin cesar a integrantes de la familia Christensen. En una ocasión esta intromisión de dichos medios ofendió a un miembro de la familia a tal grado que Mac, el padre de Steven, tuvo que contenerlo. Luego Mac pensó: “Esta tragedia destruirá a mi familia si no perdonamos. El veneno y el odio nunca cesarán si no los extirpamos de nuestro sistema”. La familia fue sanada y sintió paz al eliminar el enojo de su corazón, y pudo perdonar al hombre que le había arrebatado la vida a su hijo.

Hace poco tuvimos aquí en Utah otras dos tragedias que demuestran la fe y el poder sanador del perdón. Gary Ceran demostró inmediatamente su perdón y su preocupación por el presunto conductor ebrio de una camioneta que chocó contra su automóvil en Nochebuena, lo cual mató a su esposa y a sus dos hijos. En febrero de este año, el obispo Christopher Williams tuvo que tomar una decisión cuando un vehículo chocó contra el suyo; ésta fue la de “perdonar incondicionalmente” al conductor que había causado el accidente para que el proceso de ser sanado pudiese llevarse a cabo sin traba alguna14.

¿Qué podemos aprender de circunstancias como éstas? Debemos reconocer y admitir los sentimientos de enojo, lo cual requiere humildad, pero si nos arrodillamos y pedimos al Padre Celestial sentimientos de perdón, Él nos ayudará. El Señor nos requiere “perdonar a todos los hombres” por nuestro propio bien, ya que “el odio retrasa el crecimiento espiritual”. Solamente al deshacernos del odio y de la amargura puede el Señor dar consuelo a nuestro corazón, tal como lo hizo con la comunidad Amish, con la familia Christensen, con la familia Ceran y con la familia Williams.

Por supuesto que la sociedad necesita que se le proteja de criminales habituales, ya que “la misericordia no puede robar a la justicia”. El obispo Williams habló muy bien de este concepto cuando dijo: “El perdón es una fuente de poder; pero no nos libera de las consecuencias”. Cuando una tragedia ocurre, no debemos reaccionar procurando la venganza personal, sino más bien permitir que la justicia tome su curso y después dejar atrás la tragedia; no es fácil hacerlo y vaciar nuestro corazón de un resentimiento cada vez mayor. El Salvador nos ha ofrecido a todos una valiosísima paz por medio de Su expiación, pero sólo la podemos recibir si estamos dispuestos a despojarnos de sentimientos negativos de ira, de rencor o de venganza. Para todos los que perdonemos “a los hombres sus ofensas”, aun a los que hayan cometido crímenes graves, la Expiación nos brinda una medida de paz y de consuelo.

Recordemos que debemos perdonar para ser perdonados. Tal como dice la letra de uno de mis himnos preferidos: “Perdonando a los demás, Cristo nos perdonará”. Con todo mi corazón y mi alma, creo en el poder sanador que podemos recibir al seguir el consejo del Señor de “perdonar a todos los hombres”. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Conferencia General Abril 2007

Emma Smith, los últimos años de la esposa de un Profeta

24.12.2010 00:23

La muerte de José Smith ocurrió el 27 de Junio de 1844. El éxodo de los Santos de Nauvoo tomó lugar un año y medio después, dejando a Emma, una viuda de 41 años de edad, con su suegra envejecida, Lucy Mack Smith, y cinco niños, cuyas edades iban desde los catorce años hasta los quince meses de edad. Sus medios eran pocos para proveer en una ciudad que poco a poco iba quedando vacía. En el año de 1847 ella se casó con Louis C. Bidamos, con la ayuda de él pudo criar a sus hijos y convertirse a la vez en la madrastra de dos hijas de Bidamon. Todos cuidaron a la madre de José hasta que esta falleció el 14 de Mayo de 1856. Cerca del año 1872, el esposo de Emma había finalizado una casa nueva para Emma sobre los cimientos que había sido un grandioso hotel en los tiempos de José. Emma pasó sus últimos años en esa residencia.

Emma permaneció en esa hermosa ciudad, la amenazante persecución contra los santos hizo que en ese momento que tomara tal decisión temiendo por la vida de sus hijos, el dolor de experiencias anteriores estaba presente. Ella no sabía en quien confiar y no hubo tiempo y ninguna paz para que de esa manera natural sanara sus heridas. Los oficiales de gobierno rehusaron ayudar a los miembros brindándoles ayuda, la salida de la ciudad de todos dirigida por el Presidente Brigham Young, durante el invierno, fueron razones presentes. Para Emma, la idea de partir con sus hijos huérfanos, cruzar el rio congelado, era difícil. Cuando se le preguntó muchos años más tarde por que ella no había ido al oeste con el resto de los santos, ella respondió: -“tenía un hogar aquí, no supe qué hubiera algo más allá”.

Emma Bella Smith Kennedy, nieta de Emma, registró acerca de su abuela:-“Sus ojos eran cafés y tristes. Ella sonreía con sus labios para mi, tan pequeña como yo era, nunca vi que sus ojos cafés sonrieran. Le pregunté un día a mi madre, porque Abuelita no sonríe con sus ojos como ella y mi madre me dijo que ella tenía un pesar profundo en su corazón”.

En 1980, una mujer que trabajó en casa de Emma Smith, le relató a Gracia N. Jones, “cada tarde después de que las tareas estaban hechas, Emma subía las escaleras hacia su cuarto, se sentaba en su mecedora baja, y fijaba su mirada hacia fuera de la ventana para ver ocultarse el sol sobre el rio Misisipi. Nadie se atrevía a acercarse para ofrecerle conforte, porque no sabían cómo tocar el profundo pesar que era evidente por las lágrimas que corrían por sus mejillas”.

Habiendo vivido una larga vida, tal y como el Señor le había prometido en su bendición patriarcal, y ahora había sido refinada y acrisolada, Emma consideraba cuidadosamente las preguntas acerca de la eternidad. Su hijo Alexander más tarde informó que algunos días antes de su muerte, Emma tuvo una visión que le reveló su aceptación por parte del Señor.
Emma vivió casi treinta y cinco años después del martirio de su esposo, el Profeta José Smith. Ella murió el 30 de noviembre de 1879 a los 75 años de edad. En sus últimos años ella fue grandemente amada, y en las horas de su vida ella fue atendida por su familia; Louis Bidamon, Julia, José Smith III y Alexander. De acuerdo al registro de Alexander, en sus últimos momentos: - “Emma perecía irse, pero luego volvió en sí y extendiendo su mano, exclamó, “¡José! ¡José!”, dejando caer su brazo”. Entonces Alexander, le cruzó sus manos en su pecho, y su espíritu se fue. Tanto Alexander como José pensaron que ella llamaba a su hijo José, pero más tarde Alexander aprendió más acerca del incidente. Elizabeth Revel, hermana de Emma comentó que algunos días antes, ella, le había dicho que José había venido a ella en una visión y le dijo:-“Emma, ven conmigo, es hora de que vengas conmigo”, luego Emma siguió relatando: -“me puse mi gorrito y mi chal y me fui con él; no pensé que fuese cualquier cosa inusual. Fui con él a una mansión, y él me mostró los diferentes cuartos de esa mansión tan bella. Y un cuarto era para los bebes. Allí, en el cuarto para bebés había uno en la cuna. Reconocí a mi bebe, mi Don Carlos que llevado de mi. Ella se agachó hacia el frente, y tomó al niño entre sus brazos, y lloraba con alegría sobre el niño”. Cuando Emma se recuperó lo suficiente se volvió a José y dijo: -“José, ¿Dónde están el resto de mis hijos? – El le dijo a ella, -“Emma, ten paciencia y tendrás a todos tus hijos”. Luego ella vio al lado suyo un ser de luz, aún el Señor Jesucristo”.

Hoy en día, Emma, “una dama elegida” como la llamó el Señor, descansa junto a su esposo, el Profeta de la Restauración, José Smith y Hyrum Smith, el Patriarca de la Iglesia, sepultados en Nauvoo.

 Tomado: Pendon SUD;

Revisado: Administrador Legacy

Elder David E. Bednar

23.12.2010 23:16

"La fe en Cristo está firmemente ligada a la esperanza en Cristo para obtener nuestra redención y exaltación, y la produce como fruto. La certeza y la esperanza nos permiten caminar hasta el borde de la luz y dar unos cuantos pasos en la oscuridad, esperando y confiando en que la  luz se mueva e ilumine el camino. La combinación de certeza y esperanza inicia la acción en el presente".

Pte. Howard W. Hunter

23.12.2010 23:15

“Permítanme darles una advertencia... Creo que si no tenemos cuidado... quizás tratemos de falsificar la verdadera influencia del Espíritu del Señor empleando medios indignos y manipuladores. Me preocupa el que a veces equiparemos las emociones fuertes o el derramar lágrimas con la presencia del Espíritu. Ciertamente, el Espíritu del Señor puede ocasionar emociones fuertes, incluso lágrimas, mas esa manifestación exterior no debe confundirse con la presencia del Espíritu en sí…”  El Espíritu siempre nos edifica. La revelación y las experiencias espirituales son sagradas y privadas y no se deben comentar con los demás sino sólo cuando la situación lo amerite…

Elder Richard G. Scott

23.12.2010 23:15

"Nunca se tuvo la intención de que la vida fuese fácil, sino más bien un período de probación y desarrollo sembrado de dificultades, conflictos y pesares... Sin embargo, si los analizamos, esos mismos problemas nos sirven para lograr desarrollo y progreso inconmensurables. El superar la adversidad da al ser humano fortaleza de carácter, le forja la confianza en sí mismo, le engendra el autorrespeto y le asegura el éxito en sus esfuerzos rectos".

Pte. James E. Faust

23.12.2010 23:13

No es sensato cultivar la curiosidad por Satanás y sus misterios. El acercarse al mal no depara nada bueno. Resulta muy fácil quemarse, como cuando se juega con fuego: “El conocimiento del pecado incita a cometerlo”. El único camino seguro es el de mantenernos bien distanciados de él y de todas sus maldades y sus abominables obras. Las perversiones de adorar al diablo, hacer brujería, hechicería, vudú, realizar encantamientos, magia negra y toda otra práctica demoníaca deben evitarse a toda costa.

Elder Boyd K. Packer

23.12.2010 23:10


 “Sois miembros de un quórum del Sacerdocio y mediante vuestras acciones lo estaréis apoyando o degradando. El quórum será tan fuerte como lo sean sus miembros en forma individual. Todos tenemos la obligación y responsabilidad de honrar nuestro Sacerdocio, de ser ciudadanos dignos del quórum"

 

Pte. Howard W. Hunter

23.12.2010 23:09


Por saber lo que sabemos, y si vivimos de la forma que debemos vivir, no hay lugar ni excusa para el pesimismo ni la desesperación… “Les prometo, en el nombre del Señor cuyo siervo soy, que Dios siempre protegerá a los de Su pueblo y se ocupara de ellos.Tendremos dificultades del mismo modo que toda generación y gente las ha tenido; pero con el evangelio de Jesucristo, ustedes tienen toda la esperanza y promesa y consuelo. El Señor tiene poder sobre sus santos y preparará siempre lugares de paz, defensa y seguridad para Su pueblo. Si tenemos fe en Dios, podemos tener la esperanza de un mundo mejor, para nosotros, personalmente, y para toda la Humanidad”.

Elder Boyd K. Packer

23.12.2010 23:08

Los pensamientos, al igual que el agua, permanecerán en su curso siempre que les preparemos un cauce por el cual correr. A medida que aprendan a controlar sus pensamientos, podrán   cobrar valor, vencer el miedo y disfrutar de una vida feliz…

Ustedes no se pueden dar  el lujo de albergar en su  mente los efectos  de una música indigna. No es inofensiva; puede traer al escenario de su mente  pensamientos indignos.

 

Pte. Gordon B. Hinckley

23.12.2010 23:07

Por medio de la oración podemos acercarnos más al Señor y esa podría ser una conversación de acción de gracias. Nunca he podido comprender plenamente por qué el Gran Dios del Universo, el Todopoderoso, nos invita a nosotros, Sus hijos, a hablar con Él individualmente. ¡Qué oportunidad invalorable es ésa! ¡Qué maravilloso es que pueda ser así! Testifico que nuestras oraciones, ofrecidas con humildad y sinceridad, se escuchan y se contestan. Es un hecho milagroso, pero cierto.

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