Elder David E. Bednar
23.12.2010 23:16
"La fe en Cristo está firmemente ligada a la esperanza en Cristo para obtener nuestra redención y exaltación, y la produce como fruto. La certeza y la esperanza nos permiten caminar hasta el borde de la luz y dar unos cuantos pasos en la oscuridad, esperando y confiando en que la luz se mueva e ilumine el camino. La combinación de certeza y esperanza inicia la acción en el presente".
“Permítanme darles una advertencia... Creo que si no tenemos cuidado... quizás tratemos de falsificar la verdadera influencia del Espíritu del Señor empleando medios indignos y manipuladores. Me preocupa el que a veces equiparemos las emociones fuertes o el derramar lágrimas con la presencia del Espíritu. Ciertamente, el Espíritu del Señor puede ocasionar emociones fuertes, incluso lágrimas, mas esa manifestación exterior no debe confundirse con la presencia del Espíritu en sí…” El Espíritu siempre nos edifica. La revelación y las experiencias espirituales son sagradas y privadas y no se deben comentar con los demás sino sólo cuando la situación lo amerite…
"Nunca se tuvo la intención de que la vida fuese fácil, sino más bien un período de probación y desarrollo sembrado de dificultades, conflictos y pesares... Sin embargo, si los analizamos, esos mismos problemas nos sirven para lograr desarrollo y progreso inconmensurables. El superar la adversidad da al ser humano fortaleza de carácter, le forja la confianza en sí mismo, le engendra el autorrespeto y le asegura el éxito en sus esfuerzos rectos".
No es sensato cultivar la curiosidad por Satanás y sus misterios. El acercarse al mal no depara nada bueno. Resulta muy fácil quemarse, como cuando se juega con fuego: “El conocimiento del pecado incita a cometerlo”. El único camino seguro es el de mantenernos bien distanciados de él y de todas sus maldades y sus abominables obras. Las perversiones de adorar al diablo, hacer brujería, hechicería, vudú, realizar encantamientos, magia negra y toda otra práctica demoníaca deben evitarse a toda costa.
Por medio de la oración podemos acercarnos más al Señor y esa podría ser una conversación de acción de gracias. Nunca he podido comprender plenamente por qué el Gran Dios del Universo, el Todopoderoso, nos invita a nosotros, Sus hijos, a hablar con Él individualmente. ¡Qué oportunidad invalorable es ésa! ¡Qué maravilloso es que pueda ser así! Testifico que nuestras oraciones, ofrecidas con humildad y sinceridad, se escuchan y se contestan. Es un hecho milagroso, pero cierto.