Una gran obra de DIOS

24.12.2010 00:28

Por el Presidente Dieter F. Uchtdorf 

Testifico que  esta “gran obra de Dios” se encuentra  hoy en la tierra. Doy testimonio de que  el Señor vela por Su Iglesia y la dirige  por medio de Su profeta, el presidente  Thomas S. Monson. No es una bendición  cualquiera el vivir en estos últimos días; es  una época gloriosa, predicha por profetas  de la antigüedad, de la que se ocupan  huestes cuidadosas y angelicales.

6 de abril de 1830

Hace ciento ochenta años, José Smith, Oliver  Cowdery y unos cuantos más se reunieron para  organizar La Iglesia de Jesucristo de los Santos  de los Últimos Días. Según lo que indican los registros, se  trató de una reunión simple pero espiritual. José registró  que después de la Santa Cena “el Espíritu Santo se derramó sobre nosotros abundantemente; algunos profetizaron,  en tanto que todos alabamos al Señor y nos regocijamos  en extremo” .

Los acontecimientos de aquel día pasaron desapercibidos ante el mundo; no se publicaron en primera plana ni  hubo heraldos que los anunciaran. No obstante, ¡cuánto se  habrán regocijado los cielos y cuánto habrán glorificado a  Dios, ya que en aquel día la Iglesia de Jesucristo regresó a  la tierra!

Solomon Chamberlain

Desde aquel entonces hasta hoy, millones de hijos e  hijas de nuestro Padre Celestial llenos de fe han obedecido  los susurros del Espíritu Santo y han entrado en las sagradas aguas del bautismo; entre ellos se encuentra uno que  se llamaba Solomon Chamberlain. 

Solomon era un hombre espiritual que dedicó muchas  horas a la oración en busca de la remisión de sus pecados,  rogándole al Padre Celestial que lo guiara a la verdad.  Alrededor del año 1816, Solomon recibió en una visión  la promesa de que llegaría a ver en vida el día en que  la Iglesia de Cristo fuera organizada después de que se  estableciera nuevamente en la tierra el orden  apostólico. 

Años más tarde, Solomon viajaba en barco  hacia Canadá cuando su nave se detuvo en el  pequeño poblado de Palmyra, Nueva York,  lugar donde sintió una fuerza apremiante  que lo instaba a desembarcar. Sin saber por  qué estaba allí, empezó a conversar con los  lugareños, y no demoró en enterarse de una  “Biblia de oro”. Dijo que esas tres palabras le  hicieron sentir “una fuerza que como electricidad me recorrió el cuerpo de la coronilla  a la punta de los dedos de los pies”. 

Sus indagaciones lo condujeron al hogar de la familia Smith, donde habló con los que ahí estaban sobre las maravillosas nuevas del Evangelio restaurado.  Después de una estadía de dos días en la que obtuvo  un testimonio de la verdad, Solomon prosiguió su  viaje, llevando consigo 64 páginas sueltas y recién  impresas del Libro de Mormón. Por doquiera que  iba, enseñaba a las personas “ya fueran de la clase alta  o baja de la sociedad, ricas o pobres… a fin de que se  preparasen para la gran obra de Dios que estaba a punto  de salir a la luz” .

 Una gran obra de Dios

A partir de aquel día de abril de 1830, millones han descubierto la verdad del Evangelio restaurado y han entrado en las aguas del bautismo. Testifico que  esta “gran obra de Dios” se encuentra  hoy en la tierra. Doy testimonio de que  el Señor vela por Su Iglesia y la dirige  por medio de Su profeta, el presidente  Thomas S. Monson. No es una bendición  cualquiera el vivir en estos últimos días; es  una época gloriosa, predicha por profetas  de la antigüedad, de la que se ocupan  huestes cuidadosas y angelicales. El Señor  tiene presente a Su Iglesia, y también a  aquellos que, al igual que Solomon  Chamberlain, obedecen los susurros del Espíritu Santo y se unen  a sus hermanos y hermanas que  en todo el mundo colaboran  para llevar a cabo esta gran  obra de Dios

Tomado de: www.iglesiajesucristosud.org